Sabes que te haces mayor cuando
la vida se pone trascendente. Cuando en la madrugada de un lunes de verano, en
vez de discutir por cuánto dinero te dejarías dar por culo, reflexionas sobre
tu futuro personal y profesional, si no es todo uno. Cuando ese mismo
banco que te acurrucó tantas otras noches en el mar de la felicidad perenne
parece hoy una cama de faquir. Por cada preocupación, un pincho. Y así hasta
completar un enorme colchón de dudas y temores.
Pixar nunca hará una película
sobre estas conversaciones del inicio de la etapa adulta. ¿Quién está dispuesto
a pagar por volver a experimentar el paso inevitable a la cotidianidad? ¿A
alguien le gusta que le recuerden que la alegría ya sólo la verá desde la
ventana de lo ocasional? A gran parte del público, no. La mayoría jamás compraría
una entrada para esa sala; ahí está el cine español para demostrarlo. Y menos
en este siglo XXI, en el que la flojera intelectual y estética son una pandemia
global.
Hace tiempo que el arte perdió su
mayúscula en favor de los estampados de Mister Wonderful. La poesía dejó de ser
hermética y profunda, para devenir en una sucesión de versos que no precisan de
asociación de ideas, sino más bien de éstas. La novela se ha convertido en
entretenimiento banal —no por ello ha dejado de retratar la sociedad, lo grave es
que lo hace desde la involuntariedad. Y en las discotecas suenan todo el tiempo
refritos de las mismas letras aliñadas con Auto-Tune.
La precariedad a la que parece condenada
mi vida, y la de todos los que queremos dedicarla a disciplinas que únicamente encuentran
sentido en lo intangible, no surge sin embargo como responsabilidad de la crisis
estética que nos atañe. La sociedad siempre ha castigado las vidas
desordenadas. Pero ocurre que nuestro público cada vez es más reducido y
nuestros detractores más poderosos.
Otra vez la luna quiere marcharse
antes de que deje de escribir, lo que significa que mañana volveré a no
madrugar. Y lo que es peor, cuando me pregunten el motivo, tendré que
excusarme. Nadie creerá que de madrugada estuve atendiendo asuntos más importantes
que ir al gimnasio a las 10 de la mañana.