lunes, 18 de julio de 2016

Madrugadas adultas

Sabes que te haces mayor cuando la vida se pone trascendente. Cuando en la madrugada de un lunes de verano, en vez de discutir por cuánto dinero te dejarías dar por culo, reflexionas sobre tu futuro personal y profesional, si no es todo uno. Cuando ese mismo banco que te acurrucó tantas otras noches en el mar de la felicidad perenne parece hoy una cama de faquir. Por cada preocupación, un pincho. Y así hasta completar un enorme colchón de dudas y temores.

Pixar nunca hará una película sobre estas conversaciones del inicio de la etapa adulta. ¿Quién está dispuesto a pagar por volver a experimentar el paso inevitable a la cotidianidad? ¿A alguien le gusta que le recuerden que la alegría ya sólo la verá desde la ventana de lo ocasional? A gran parte del público, no. La mayoría jamás compraría una entrada para esa sala; ahí está el cine español para demostrarlo. Y menos en este siglo XXI, en el que la flojera intelectual y estética son una pandemia global.

Hace tiempo que el arte perdió su mayúscula en favor de los estampados de Mister Wonderful. La poesía dejó de ser hermética y profunda, para devenir en una sucesión de versos que no precisan de asociación de ideas, sino más bien de éstas. La novela se ha convertido en entretenimiento banal —no por ello ha dejado de retratar la sociedad, lo grave es que lo hace desde la involuntariedad. Y en las discotecas suenan todo el tiempo refritos de las mismas letras aliñadas con Auto-Tune.

La precariedad a la que parece condenada mi vida, y la de todos los que queremos dedicarla a disciplinas que únicamente encuentran sentido en lo intangible, no surge sin embargo como responsabilidad de la crisis estética que nos atañe. La sociedad siempre ha castigado las vidas desordenadas. Pero ocurre que nuestro público cada vez es más reducido y nuestros detractores más poderosos.

Otra vez la luna quiere marcharse antes de que deje de escribir, lo que significa que mañana volveré a no madrugar. Y lo que es peor, cuando me pregunten el motivo, tendré que excusarme. Nadie creerá que de madrugada estuve atendiendo asuntos más importantes que ir al gimnasio a las 10 de la mañana.