Anteayer alguien desde España me insultó cariñosamente
llamándome extranjero. La broma tenía respuesta fácil, porque desde luego que
en UK lo soy. Lo que no tiene tanta gracia es la situación en la que me
encuentro mientras escribo esto: además de en UK, soy extranjero también en mi
propio país, o, al menos, eso es lo que me hace pensar el hecho de que el
Parlamento de mi región no reconozca como autoridad a quien me abastece de
todos los servicios básicos.
Lo crean o no, este acontecimiento, a priori vergonzante y a
todas luces ilegal, está siendo celebrado por mucha gente. Hay multitud de nacionalistas
abrazados en la calle nada más que a una bandera y una utopía: la estelada y un
Estado mejor que habría nacido hoy. Ese país será más próspero, más cívico y de
una importancia innegable en el panorama político mundial. Aunque, quizás por
desconocimiento o quizás por negación, los mismos que hoy celebran están
obviando la opinión del resto del mundo en todo esto: Europa dice que no hay
lugar para nacionalismos bajo su paraguas y Estados Unidos aclara que apoyará a
España en las medidas que deba tomar para recuperar el orden constitucional.
Muchos independentistas descartarán este texto al leer la
frase anterior. Para ellos la constitución no es más que papel mojado, una
pintura rupestre propia de una época demasiado lejana ya. Comparto la esencia
de ese sentimiento: si todo evoluciona en cuatro décadas, las leyes deberían
hacerlo también. Es lógico replantearse el modelo territorial, como también lo
es permitir un referéndum de autodeterminación legal y con garantías democráticas.
Sin embargo, la falta de esa revisión constitucional no autoriza a desobedecer una
ley que aprobó y puede modificar el pueblo mediante las herramientas que él
mismo se dio.
Es curioso que ilegitimen la Constitución quienes se dan por
legitimados con un 48% de los votos. Hoy, gracias a los diputados obtenidos con
ese porcentaje de votos, se ha consumado lo que temía: mis derechos han sido
secuestrados hasta nueva orden. Y, todo, mientras los secuestradores van
cantando por la libertad. Después de escribir esto, ya estoy preparado para que
nacionalistas me llamen facha. Porque lo harán.